Ana cuando se mira en el agua que corre, sabe, como Heráclito, que no será la misma Ana. Pero su nombre siempre se ve igual, se lee como en el espejo del mismo modo.
Ana siempre es la misma pero no… Ana es la misma niña que habitaba Cartago cuando el Imperio Romano, y es la misma niña del Incendio de Roma cuando aquel loco emperador. Ana luego se escondió en las murallas de Troya, cuando las siete veces derribaron su muros. Y Ana estuvo oculta en una de las destrucciones de Jerusalén por los persas.
Ana estuvo oculta en el desembarco del genocidio de Cortés, y luego en las explosiones del Cerro Potosí, y se salvó de los millones de muertos por la plata.
Ana estuvo en los túneles de Barcelona y en Guernica, pero oculta, y estuvo en Hiroshima, y en Bagdad.
Ana nunca muere, es la misma niña que sigue escribiendo el diario de niñas inocentes, esta noche duerme en una franja, allí en el altillo de La Casa de Atrás. Ana escribe pero ahora lo hace al revés, de derecha a izquierda, como es al revés la historia, ahora el Gheto es invertido. Esta noche se termina la tregua, Ana escribe en aquel sitio. Mañana sonará la sirena nuevamente y ha de ver como hace miles de años que lo hace, cómo mueren los niños… Ana escribe que todos sabemos lo que ocurre, su diario nunca se termina, Ana Frank es así, es testigo, es una corresponsal de muertes…
Foto de Internet.
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