Hoy aprendí lo que es la bilocación. Estaba en la guardia de un hospital en Hebrón y escuchaba atentamente a una mujer de 19 años a la que un dron israelí le había volado las piernas cuando huía de su casa bombardeada con su marido y dos hijos pequeños. Al mirar su cara pálida y ojos hundidos reparé en el vendaje del brazo fracturado, en los muñones vendados donde deberían estar las piernas; mientras escuchaba al médico que me decía que necesitaría un injerto de piel de la mitad de la espalda para abajo por las quemaduras; mientras lo escuchaba contar cómo la mujer había perdido a su hijo aún sin nacer, que su marido – en otro hospital – también había perdido una pierna y tenía quemaduras graves, al oír que uno de sus dos hijos está en un hospital de Jerusalén con quemaduras graves; mientras el doctor me recordaba que los drones tienen cámaras y, por lo tanto, el ataque a su familia había sido deliberado; mientras me hablaba de su trauma psicológico por estar separada de su familia; mientras miraba sus ojos doloridos y yo seguía allí y escuchaba este relato y otros tres más: uno de Hala de 9 años encontrada en un olivo con el cráneo fracturado, entre otras heridas, su mamá y todos sus hermanos muertos; mientras oía al médico contarme sobre las diez mil personas heridas en Gaza, de las cuales dos tercios tienen heridas graves, similares a las que he visto hoy; mientras escuchaba todo esto y me acordaba de prender y apagar el grabador, y de sonreír, de saludar, de decir gracias y de desear buena suerte. Mientras hacía mi trabajo, respirando hondo, en calma, estando presente, al mismo tiempo me encontraba en lo alto de un acantilado en Allihies mirando hacia el Atlántico revuelto y gritaba y gritaba mi desesperación al viento y las olas que chocaban contra las rocas.
N. de la T: Allihies queda en Irlanda.
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