Sólo hay paz con justicia: Boicot a Matisyahu en el Festival Rototom Sunsplash

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Puesto de control de Belén a Ramala / Álvaro Minguito

Puesto de control de Belén a Ramala / Álvaro Minguito

Hace justo un año, los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza (Palestina) asesinaban a más de dos mil cien personas. Más de medio millar eran niñas y niños. En la actualidad, la práctica totalidad de los menores de edad palestinos de Gaza sufren algún tipo de trauma psicológico. Muchos de ellos sufren hasta cinco traumas diferentes.

Más allá de masacres como la del verano pasado, Palestina sufre un día a día que no es noticia. Según la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), entre tres y cuatro menores de quince años palestinos fueron detenidos de media cada día y sin garantías en 2014 por el Estado de Israel (otros datos de ONG como 4PalKids hablan de entre seis y siete menores de edad de media cada día).

Además del bloqueo y la carencia de electricidad y agua en Gaza, personas que se dedican a la agricultura y a la pesca sufren cada día los disparos del ejército y de la marina israelí. De manera sistemática, viviendas, tiendas o estructuras hidráulicas palestinas son demolidas. Desde el 1967, más de ochocientos mil olivos palestinos han sido talados, quemados o arrancados por militares o colonos israelíes.

Fue un miembro de esta última comunidad quien atacó el 31 de julio la casa de la familia palestina Dawabsha en Duma, provocando que Ali, un bebé de dieciocho meses, fuese quemado vivo hasta la muerte. Mientras la casa volvía a ser asaltada por soldados israelíes, el padre de Ali murió por las quemaduras en el ochenta por ciento de su cuerpo.

Desde hace décadas, todos estos episodios son posibles gracias a un conjunto de complicidades con el Estado de Israel de índole política, económica, militar y cultural. Una de estas últimas es la que permite que artistas sionistas o que están subvencionados por el Estado de Israel actúen por el mundo, pareciendo que la entidad sionista es un país «normal», moderno y democrático que no se ha construido sobre la limpieza étnica del pueblo palestino.

Matisyahu es un cantante de reggae, estadounidense y judío, que dijo que «Palestina no existe», que era «amante de Israel» o que el asalto a la Flotilla de la Libertad en 2010 estaba justificado

Matisyahu es un cantante reggae estadounidense judío que dijo que «Palestina no existe», que era «amante de Israel» o que el asalto a la Flotilla de la Libertad en 2010 estaba justificado. También encabezó un concierto «pro-sionista» en Nueva Orleans (Estados Unidos) en abril de este año. Actúa el 22 de agosto en el Rototom Sunsplash, un festival de reggae que empieza hoy, sábado 15 de agosto, en Benicàssim y que hasta ahora había tenido una trayectoria de más de veinte años de compromiso con la cultura de la paz y los derechos humanos. Uno de los lemas del Rototom es «Peace, Love & Revolution».

Durante la Sudáfrica del apartheid, la campaña internacional de boicot, desinversiones y sanciones (BDS) contribuyó a que aquel régimen de racismo de Estado cayese. Como había hecho Mahatma Gandhi en el contexto del dominio colonial británico de la India, Nelson Mandela apoyó esta estrategia no-violenta.

En su vertiente cultural, la iniciativa de BDS consiguió que artistas y equipos sudafricanos (como los famosos Springboks de rugby de la película Invictus) fuesen excluidos de circuitos, competiciones y eventos internacionales como forma de presión para que el gobierno sudafricano acabase con el apartheid.

Lo mismo pidieron más de ciento setenta organizaciones palestinas en 2005 para acabar con el apartheid, la limpieza étnica y la ocupación israelí. Lo mismo ha pedido el científico Stephen Hawking, el Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, el cineasta Ken Loach, las académicas de origen judío Jacqueline Rose, Joan W. Scott, Judith Butler y Natalie Zemon Davis o la misma estrella de la edición de 2014 de Rototom, Lauryn Hill. Lo mismo pedimos con Matisyahu en el Rototom.

A mediados de julio, el grupo BDS País Valencià se puso en contacto con la dirección del festival para informarle de quién era este artista. Después de doce días, su contestación fue que Matisyahu había cambiado y que estaba a favor de la «paz».

Entonces, se le respondió que, si tanto había cambiado, no le costaría nada escribir simplemente un tuit declarando que estaba a favor del cumplimiento del derecho internacional y de los derechos humanos en Palestina-Israel.

Esto se concreta en tres puntos: fin de la ocupación y desmantelamiento del muro (resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de 1967 y declaración de la Corte Internacional de Justicia de 2004); fin del apartheid (crimen contra la humanidad según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998); y reconocimiento del derecho al retorno del pueblo palestino (resolución 194 de la Asamblea General de la ONU de 1948).

Matisyahu no se ha mostrado a favor de estos principios del derecho internacional, por lo que BDS País Valencià ha lanzado su campaña para que el Rototom cancele su concierto en el festival. Después, el festival ha intentado que el cantante se posicione sobre fórmulas equívocas alrededor de la «paz» y un supuesto «Estado palestino», pero son principios difusos que no comprometen a nada ni hablan de las exigencias básicas del derecho internacional que se han expuesto.

Después de que el festival acusase al BDS de «racista» y «antisemita», el movimiento propalestino volvió a afirmar que el boicot era por la índole sionista de Matisyahu, no por su carácter judío. De hecho, numerosas personas judías forman parte del BDS, como la Red Judía Antisionista Internacional (IJAN en sus siglas en inglés), el Jewish Voice for Peace y el Boycott from Within.

Después de que la iniciativa haya saltado a los principales medios de comunicación del Estado español (el periódico El Mundo llegó a publicar tres artículos sobre el tema en seis horas el 13 de agosto), la campaña impulsada por BDS País Valencià se ha convertido en un grito de solidaridad popular gracias al apoyo de cientos de individuos y organizaciones.

La lucha por la cancelación del concierto de Matisyahu ya es una causa de numerosas personas y colectivos que la han hecho suya. Pase lo que pase durante el festival, la campaña ya ha triunfado: se han denunciado las complicidades con el Estado de Israel, se ha extendido la idea de que el sionismo no es tolerable, se ha visibilizado el BDS, se ha puesto en el centro del debate público la cuestión ética en los eventos culturales y han convergido numerosos movimientos sociales y causas políticas.

El BDS sólo es una herramienta pacífica que responde a la llamada del pueblo palestino. Sólo pide el cumplimiento del derecho internacional y los principios universales de derechos humanos. La paz nunca se debe condicionar a negocios de unos pocos, al igual que la paz nunca ha sido apoyar a Estados de apartheid y limpieza étnica. El pueblo palestino lleva sesenta y siete años recordándonos que solo hay paz con justicia.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/27518-solo-hay-paz-con-justicia.html

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