Por Alan Hart.
El titular de un reciente artículo publicado en The Times of Israel por el analista de Oriente Medio Avi Issacharoff era “El final de la solución de dos estados”. Y el subtítulo, que era una cita de una parte del texto, decía: “Es hora de decirlo en voz alta: La derecha israelí ha obtenido una victoria temporal y pírrica que ha colocado a Israel en vías de convertirse en un estado de mayoría musulmana”.
Issacharoff abría el artículo con las siguientes palabras:
Las condiciones actuales son tales que una retirada israelí de Cisjordania se ha vuelto imposible.
Y hay que decir que se ha cruzado la línea roja. La solución de dos estados ya no existe.
No habrá ningún estado palestino junto al estado de Israel.
Luego preguntaba si había alguien que creyera que era posible una evacuación de los colonos judíos (ilegales) de la Cisjordania ocupada. Su propia respuesta era la siguiente:
Durante la desconexión [de Gaza], el ejército israelí logró evacuar a los colonos en unos pocos días. Pero había menos de 10.000 colonos entonces y el ejército era también diferente. ¿Cree alguien en serio que el ejército, en su forma actual —un ejército que ha sufrido importantes transformaciones sociales en las dos últimas décadas, cuyos mejores oficiales son miembros del movimiento religioso sionista y viven en los asentamientos— puede llevar a cabo una tarea de esta naturaleza? La idea es tan poco realista como ridícula (el énfasis es mío).
Lo que Issacharoff no dice es que la verdadera razón de la retirada israelí de la Franja de Gaza fue la necesidad de hacer algo que desactivara la bomba de relojería demográfica de la ocupación.
En realidad, la solución de dos estados nunca fue tomada en serio desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 242 el 22 de noviembre de 1967.
La Guerra de los Seis Días de junio de ese año fue una guerra de agresión israelí, no de autodefensa. Teniendo en cuenta ese hecho (y que la propaganda israelí afirmó siempre lo contrario) y que la resolución 242 hizo hincapié en “la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por medio de la guerra”, la resolución debería haber exigido que Israel se retirara de todos los territorios árabes ocupados sin condiciones. No lo hizo. Pero había algo más que eso en la rendición del Consejo de Seguridad ante el sionismo.
Un primer borrador de la resolución 242 requería a Israel la retirada de “los territorios ocupados en el reciente conflicto” a cambio de la paz. Por definición, eso significaba la retirada de los territorios árabes capturados en la guerra de 1967. Pero ante la insistencia del sionismo, apoyado en esto por el gobierno de Johnson en EEUU, en el texto definitivo de la resolución se retiró la palabra “los” (“the”, en inglés) y eso permitió que Israel interpretara que la resolución solo exigía la retirada de Israel de algunos de los territorios ocupados en la reciente guerra. En otras palabras, la resolución 242 puso al monstruoso hijo del sionismo en el asiento del conductor y dio a los líderes de Israel un poder de veto sobre el proceso de paz.
Hay que decir, también, que la resolución 242 significó que el Consejo de Seguridad dio luz verde para la colonización israelí de los territorios árabes ocupados en la reciente guerra. ¿Cómo lo hizo? La resolución 242 debía haber avisado a Israel de que si establecía asentamientos ilegales en dichos territorios, sería condenado y sancionado. Tampoco lo hizo.
¿Por qué se rindió el Consejo de Seguridad ante el sionismo?
Mi respuesta, que fue apoyada en privado por uno de los principales diplomáticos británicos que participaron en la redacción de la resolución 242, es la siguiente.
Los responsables de la elaboración de la resolución 242 eran muy conscientes de que los halcones de Israel iban a continuar con su aventura colonial, pasara lo que pasara, en abierto desafío del derecho internacional y despreciando lo que la comunidad internacional organizada dijera o quisiera. Así que algunos, o tal vez todos, los responsables de la elaboración de la resolución se resignaron al hecho de que, debido a la historia de los judíos y del holocausto nazi, Israel no era y nunca sería o podría ser un estado normal. Por consiguiente, no tenía sentido intentar obligarle a que se comportara como un estado normal, es decir, a que acatara el derecho internacional y cumpliera sus obligaciones como miembro de la ONU.
Mi convicción acerca de la imposibilidad de una retirada israelí a las fronteras anteriores a 1967, para firmar la paz con un miniestado palestino, se produjo en el transcurso de una conversación privada que mantuve con Simón Peres a comienzos de 1980, cuando era líder de la oposición laborista al gobierno del Likud de Menajem Begin. En aquel tiempo, me disponía a mediar en un diálogo secreto y exploratorio entre Peres y el presidente de la OLP, Yasir Arafat.
Como revelé en “Adiós a la integridad del Consejo de Seguridad”, tercer capítulo de “¿Conflicto sin fin?”, tercer volumen de mi libro Sionismo: el verdadero enemigo de los judíos, Peres me dijo lo siguiente:
Me temo que ya es demasiado tarde (para la paz). Cada día que pasa se ven nuevos ladrillos en nuevos asentamientos. Begin sabe exactamente qué está haciendo (al expandir lo más rápidamente posible los asentamientos en Cisjordania). Está creando las condiciones para una guerra civil judía. Sabe que ningún primer ministro judío va a pasar a la historia como el que dio la orden al ejército judío de disparar contra judíos.
En aquellos tiempos, Peres esperaba reemplazar a Begin como primer ministro tras las siguientes elecciones y añadió: “Yo no” (voy a pasar a la historia como el que dio la orden al ejército judío de disparar contra judíos).
Una pregunta evidente contiene su propia respuesta. Si ya era demasiado tarde en 1980, cuando solo había unos 70.000 colonos judíos ilegales, ¿cuánto más tarde será hoy cuando hay más de 500.000 y cada día que pasa aumenta esa cifra?
Volvamos a la afirmación de Issacharoff de que Israel está en el buen camino para convertirse en “un estado de mayoría musulmana”.
Su suposición parece ser que cuando los palestinos sean mayoría en el Gran Israel de hoy, el sionismo aceptará que, a pesar de haber hecho de la vida de los palestinos un infierno, ha fracasado en lograr que los palestinos se rindan a sus deseos y dirá algo como “estamos dispuestos a conceder que la única solución es un estado con iguales derechos y seguridad para todos”.
¿Es eso lo que probablemente sucederá?
En teoría eso es una posibilidad si existiera una verdadera presión dirigida por EEUU sobre Israel y si eso diera una importante mayoría a los judíos israelíes que ven la necesidad de hacer lo que sea más beneficioso para sus intereses. (Creo, realmente, que los judíos son la elite intelectual del mundo occidental y que los palestinos son, de lejos, la elite intelectual del mundo árabe. Y es por eso que estoy convencido de que juntos podrían hacer, en paz y cooperación, un único estado. Además, podrían cambiar a mejor la situación de la región y dar nuevas esperanzas e inspiración al mundo.)
Pero creo que hay un escenario que es mucho más probable.
Para impedir que los palestinos se conviertan en una mayoría en el territorio que va desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán y, así, acabar con la más remota perspectiva de una solución de un único estado, los líderes israelíes recurrirán a una ronda final de limpieza étnica.
Como he indicado en anteriores artículos, creo que eso provocaría la transformación de la actual marea global de anti-israelismo en antisemitismo (odio al judío) y pondría en movimiento otro gran giro en contra de los judíos en todas partes, empezando posiblemente por Estados Unidos.
Y eso es, quizá, lo que Netanyahu y los líderes israelíes de la ultraderecha lunática quieren realmente justificar en sus propias mentes ofuscadas: 1) decirle a todo el mundo que se vaya al infierno y 2) anunciar que Israel está preparado para una guerra nuclear si se le obliga a ello.
El único y débil rayo de esperanza que puedo ver es lo que podría suceder en la Casa Blanca si Netanyahu y el lobby sionista y sus aliados no consiguen los votos necesarios en el Congreso para, por fin, anular el veto de Obama a su propuesta de rechazar el acuerdo nuclear del P5+1 con Irán. Esta importante y humillante derrota del sionismo podría abrir la puerta para que Obama dijera a Israel: “Ya basta. Voy a usar el poder que tengo para intentar que [Israel] haga lo que es mejor para sus intereses y para los de Estados Unidos”.
Esto podría suceder, pero ¿sucederá realmente? En una escala de cero a cien, creo que las oportunidades de que tal cosa suceda son cinco.
Alan Hart es autor de Sionismo: el verdadero enemigo de los judíos y periodista de gran prestigio. Fue corresponsal de Independent Television News en Oriente Medio y expresentador de Panorama, de la BBC, especializado en esa región. Ha cubierto guerras y conflictos a lo largo y ancho del mundo. Su blog está en www.alanhart.net.
Fuente: Palestine: One state for all or a final Zionist ethnic cleansing?, 12/08/2015
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)
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