Por Faysal Mikdadi.*
“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K., pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo”.
Así empieza una de las novelas ícono del siglo veinte. Kafka captura maravillosamente el ambiente de su tiempo en una narrativa agónica.
El presidente de Israel y Nobel de la Paz Shimon Peres es igualmente brillante al crear una ficción que captura la atmósfera de los últimos sesenta y cinco años. En una entrevista reciente, hablando sobre el cumpleaños número 65 de Israel, dijo lo siguiente:
“Me acuerdo de cómo empezó todo. El Estado de Israel entero es sólo un milímetro de Oriente Medio. Un error estadístico, tierra estéril y decepcionante, pantanos en el norte, desierto en el sur, dos lagos, uno muerto y el otro, un río sobreestimado. No había recursos naturales, aparte de la malaria. No había nada. Y ahora tenemos la mejor agricultura del mundo. Esto es un milagro: una tierra construida por gente”. (Maariv, 14 de abril de 2013).
Yo, también celebrando mi aniversario sesenta y cinco, quedé muy sorprendido al descubrir que, junto con unos doce millones de palestinos, nunca había existido.
Estoy contento por haber escuchado que Palestina era “una tierra sin pueblo que fue dada a un pueblo sin tierra”.
Estoy contento porque todo lo que salió mal en mi vida ahora puede ser borrado en un pase de magia, porque cada uno de los palestinos que he conocido fue, presumiblemente, una invención de mi imaginación. Lo que yo no sabía era que siendo yo palestino tampoco he existido.
Es maravilloso ser invisible. Cuando mi esposa se casó conmigo, se casó con una imagen. Cuando mis hijos nacieron, se relacionaron con un personaje de ficción. Mi educación espantosa y horripilante en Beirut se tornó agradable de repente porque nunca estuve allí como para sentirme tan abatido.
Esa época de mi adolescencia, cuando despotricaba y criticaba a mi pobre padre por no entender nunca mi punto de vista, me la debo haber imaginado porque nunca existió.
En 1967, cuando lloré por la muerte de amigos palestinos, derramé lágrimas sin sentido porque estos amigos, según usted, Mr. Presidente, nunca existieron – a no ser que fueran parte de la única vida existente en Palestina: parásitos protozoos de malaria.
Tantos y tantos rostros que pasan por mí mientras repaso los sesenta y cinco años fueron un gran invento de mi no existente y creativa mente palestina. Mi primera novia palestina fue un bello fantasma con una gran capacidad de amar.
Todos esos cuentos de niños, que suenan vagamente familiares, deben haber sucedido en Chicago o Argentina, ya que Nablus, Tulkarem, Jerusalén, Haifa, Yafa, Belén, Nazaré, Netania y otros lugares, ficción pura, habitados por no personas, aparte, por supuesto de unos pocos enfermos de malaria que pasaban por ahí – no palestinos sino protozoos.
Me acuerdo de haber leído poesía palestina – ¿o me estoy imaginando esas melifluas líneas que nunca existieron?
Lógico que mis preguntas no tienen sentido y son una pérdida de tiempo, porque por haber venido de un país vacío, queda claro que no estoy escribiendo este texto.
Tuvo que ser un judío de cultura germánica, que vivía en una ciudad checa, quien escribiera la novela agónica del siglo pasado.
Tuvo que ser un judío polaco – nacido en Wolozyn, Polonia (ahora Valozhyn en Bielorrusia) que vive en Palestina, quien nos dijera que él recuerda su llegada a una tierra vacía transformada en un paraíso a través de un arduo trabajo. ¡Bella historia! Ni siquiera Shimon Peres existía de verdad cuando nació, porque el bebé polaco era Shimon Perski.
No es de extrañarse que los asentamientos judíos puedan seguir siendo construidos en tierras palestinas. ¿Cuál es el problema? No hay nadie además de unas pocas piedras, algunas plantas salvajes y recuerdos fabricados.
Y, Mr. Presidente, se necesita un escritor palestino educado en una ciudad que su ejército casi arrasó y que ahora vive en una ciudad británica, para mostrar sus excusas prefabricadas por haberse apoderado de tierras palestinas de palestinos no existentes.
Y su gobierno nos dice, Mr. Presidente, que usted quiere hacer la paz con nosotros palestinos. ¿Cómo? Nosotros no existimos… Usted hasta dijo que estaría dispuesto a cambiar tierra por paz. ¿Qué pedazo? ¿El pantano? ¿El lago muerto? ¿El área infectada por malaria? ¿El desierto?
Tengamos una conversación invisible sobre la paz. Estoy dispuesto a convivir con usted. Juntos podemos transformar el pantano agobiado de malaria palestina en el paraíso bíblico que nunca fue.
Feliz cumpleaños, Mr. Presidente.
Traducción: América Latina Palabra Viva
* Faysal Mikdadi es escritor.
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