Por Joan Cañete Bayle.
A los siete años, a un niño le puede gustar hablar de Spider-Man. O de Batman. O de Iron Man. O de los Vengadores, los de dibujos animados. A los siete años un niño se esfuerza en mejorar su caligrafía en el colegio, lee textos más complejos, se expresa mejor, pero sobre para él la escuela un lugar donde jugar con otros niños. A los siete años a un niño le suele chiflar un balón, sigue imaginándose al volante de Rayo McQueen y Dusty, sin ser ‘Cars’, no está tan mal. A los siete años la vida de un niño la forman papá, mamá, los hermanos, las hermanas, los primos, las primas, las tías, los tíos, las abuelas, los abuelos, lapiceros, folios, rotuladores, celo, tijeras con la punta redondeada, cartulinas de colores, merienda de nocilla, coches de carreras, muñecos, dibujos animados, superhéroes, futbolistas, Messi, o Cristiano Ronaldo. A los siete años, un vaso de leche por la mañana, un vaso de leche por la noche, y entre medio la escuela. A los siete años la guerra es (o debería ser) una cosa que sale en la tele y los soldados, un juguete.
Siete años tiene el niño palestino que hace unos días fue detenido durante 40 minutos en Hebrón por tres policías de fronteras israelíes por lanzarles piedras antes de ir a la escuela. El vídeo muestra al pequeño siendo arrastrado por los soldados, llorando, pataleando. El niño lleva una cartera de Spider-Man, a los niños palestinos también les gusta Spider-Man. Los policías de fronteras llevan casco, y chaleco, y aunque no se ve en la imagen supongo que irán armados, todos los israelíes, militares o civiles, policías de fronteras o colonos, van armados o tienen un arma cerca.
No es la primera vez que sucede esto en Hebrón, o en otras partes de los territorios ocupados. Me acuerdo, por ejemplo, de Wadi Maswadeh, que tenía cinco años cuando le sucedió lo mismo. El Ejército israelí califica lanzar piedras como un acto de terrorismo. Un menor puede ser condenado hasta a 20 años por ello. En Israel, los niños son los menores de 18 años; en los territorios ocupados, son niños los menores de 16. Se les juzga en tribunales militares y, a partir de los 12 años, tienen responsabilidad penal. Hay estadísticas de todo tipo: según el propio Servicio de Prisiones de Israel hay alrededor de 250 presos palestinos menores en las cárceles israelíes, de los que medio centenar son delincuentes comunes y el resto, “presos de seguridad”. Las ONG palestinas hablan de unos 10.000 niños arrestados desde el 2000. Un informe de Euro-Mid Oberver for Human Righst habla de unos 2.500 niños y jóvenes detenidos entre enero del 2010 y junio del 2014. El informe se acompaña de algunos vídeos muy clarificadores. Encontraréis más cifras googleando un poco. Los efectos psicológicos son devastadores: estrés postraumático, ataques de ansiedad, pesadillas.
Veo el vídeo del último niño, transportado por los tres muchachotes de la Policía de Fronteras, esa cartera de Spiderman igual a la que podemos ver en cualquier escuela occidental, y me acuerdo de Wadi Maswadeh. Y de Iman al Hams. Y de Mohammed al Durrah. Y de Mohammed Abu Khdeir. Y de los más de 500 niños asesinados este verano en Gaza. Y de los dos niños que este estío se libraron por los pelos de ser secuestrados por colonos en Jerusalén Este. Y también de Golda Meir, la primera ministra israelí que dijo eso de “We can forgive the Arabs for killing our children. We cannot forgive them for forcing us to kill their children. We will only have peace with the Arabs when they love their children more than they hate us”, una de esas frases que la hasbara convierte en clichés y que sionistas de todo tipo y condición repiten cual mantras. Y sí, también me acuerdo de los trovadores y escribas de la paz. De ellos no me olvido nunca.
Sí, los palestinos aman a sus hijos, por supuesto, y por eso, porque quieren un futuro mejor para ellos que ser detenidos por lanzar piedras a los soldados de uno de los mejores ejércitos del mundo, muchos de ellos optan por la resistencia contra Israel, en algunos casos armada. Y no, no voy a decir que los israelíes odian a los niños palestinos. Lo que diré es que el mecanismo de la ocupación es inhumano, que humilla al ocupado y embrutece al ocupante, que carece de cualquier rastro de decencia humana, que ver el vídeo de la detención del niño de siete años de la cartera de Spider-Man y no sentir otra cosa que no sea repulsión es una habitación con vistas al abismo. Esos soldados cumplen órdenes, las órdenes decididas por unos políticos, sustentados por un electorado, basadas en una ideología. Eso es la ocupación israelí de los territorios ocupados, una maquinaria inhumana. Que haya sucedido en Hebrón tan sólo le añade simbolismo: si uno quiere saber qué sucede en Israel y los territorios ocupados y no tiene mucho tiempo, con una mañana en Hebrón, visita a la casbah incluida, basta. Es la mejor vacuna anti-equidistancias, es un baño de realidad.
Veo el vídeo de la detención del niño de siete años, con su cartera de Spiderman, con su cara desencajada de puro terror, y me acuerdo de Peter Parker, y de su tío Ben, y de eso de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Eso ocurre en los cómics y en las películas, claro. Porque Spiderman no está en Hebrón, eso parece evidente. Como a la justicia, ni se le espera.
Fuente: http://decimaavenida.wordpress.com/2014/09/09/spider-man-en-hebron-isarel-palestina-ninos/
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