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Crónica palestina V: Crónica de otro apartheid

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(Crónica escrita cuando todavía estaba en Beit Ummar, Cisjordania, y se traspapeló por ahí.)

Texto y fotos: Tali Feld Gleiser.

A pesar de todas las dificultades que tenemos en América Latina, es muy difícil imaginarse lo que es la vida cotidiana de una familia palestina, hasta que se vive en carne propia. Muchos activistas internacionales vienen a Cisjordania a través de distintas organizaciones; no todos viven la experiencia de compartir la vida diaria de las personas como si fueran uno más. Aun así, todas las experiencias son válidas para conocer muy de cerca lo que significa la Ocupación israelí.

La Ocupación es un excelente negocio

 El primer sábado de Ramadán se acabó la luz a eso de las 7 de la mañana. «Se cortó, se cayó», me corregirán algunos. Pues no, ni eso ni que Israel había cortado el suministro de energía eléctrica directamente. Lo que sucedió, y acontece cada diez días más o menos, es que los créditos de luz que mi familia adoptiva compró se terminaron, por lo tanto, la luz se cortó de forma automática. La Compañía Eléctrica (empresa estatal israelí) es la que comercia la energía eléctrica en los Territorios Ocupados. Cada casa tiene un contador y una tarjeta con un chip (lo que no sucede en los hogares judíos, según me cuenta Youssef Abu Maria), con lo que se va a la municipalidad de cada ciudad o pueblo y se compra una cierta cantidad de luz (antes de ser consumida). En el caso de la familia Abu Maria, 100 shekels (30 dólares aproximadamente), sirven para unos 10 a 15 días. Es una casa pobre con electrodomésticos básicos como heladera, máquina de lavar vieja que no se usa todos los días, una televisión, una computadora y bombitas de bajo consumo. Después de pagar en la municipalidad se inserta la tarjeta en una ranura del contador e Israel vuelve a hacer posible el milagro de la luz.

 contador de luz2

Dice Youssef que, antes, cuando no existía este tipo de contador «moderno» el gasto de electricidad era mucho menor, lo que hace pensar en una posible manipulación de los números de consumo.

Tarjeta para comprar luz

Tarjeta para comprar luz

Chip de la tarjeta

Chip de la tarjeta

Telefonía móvil

Mi primo, que vive en un kibutz al norte de Israel, se ofreció para hacerme un plan de celular como dependiente del suyo, sabiendo que yo necesitaría internet y estar comunicada. El plan de 3 GB, con llamadas locales libres es baratísimo. Mi único problema era que yo me iría a Cisjordania; pensé que el uso de datos podría aparecer en la cuenta como «roaming» y que la señal no sería tan buena. ¡Qué equivocada estaba! En el medio de la casi nada, en las colinas del Sur de Hebrón, la señal era excelente, mejor que cuando estuve en el kibutz. Me di cuenta inmediatamente de cuál era la razón: la gran cantidad de colonias (todas ellas ilegales de acuerdo con la ley internacional), que tienen todos los servicios básicos garantizados por el estado, servicios de los que no goza la mayoría de los palestinos.

Colinas del Sur de Hebrón

Colinas del Sur de Hebrón

Porque también el espectro radioeléctrico (un bien teóricamente intangible bien tangible) es dominado por Israel. Existen compañías palestinas de telecomunicaciones pero aún están atrasadas. Mucha gente tiene teléfonos «inteligentes», pero su uso es limitado, pues el sistema 2G no permite el acceso a redes sociales o al envío de correos electrónicos. Hace casi siete años que Israel se niega a concederle a la Autoridad Palestina el espectro electromagnético (controlado totalmente por la potencia ocupante) para utilizar el sistema 3G, aun cuando Israel se prepara para masificar el uso de 4G, que por ahora solo ofrece la empresa Orange. Permitir que 3G funcione en Palestina está lejos de ser una prioridad para Israel. En 2011, el Ministerio de Telecomunicaciones concedió el espectro de frecuencia a dos compañías israelíes: Golan Telecom y Hot Mobile, que un año después lanzaron el sistema 3G. El Ministerio israelí informó a las firmas palestinas que ya no había más frecuencias disponibles y que, si quisieran alguna, deberían alquilarla a empresas israelíes.

Muchos palestinos tienen líneas móviles israelíes porque necesitan (o pueden pagar) el servicio 3G. Es muy común verlos con varios celulares al mismo tiempo porque el uso de cada uno depende del lugar  a donde se hace la llamada.

 Agua

En la casa de la familia Abu Maria, la presión del agua es casi inexistente. Yo me ducho en el baño familiar (aunque tengo un lavabo solo para mí), que todavía tiene una letrina. Lo hago rápidamente (costumbre que tengo desde niña a ahorrar agua y  luz) pero no es tan fácil, debido a la presión.

Una de las cosas que me llamó la atención cuando pasé al «lado palestino» por el puesto de control de Qalandia, fue la gran cantidad de tanques de agua negros en los techos de las casas, que no se ven del «otro lado». Pues aprendí que para distinguir una casa palestina de una casa judía en Cisjordania, hay que verificar si tienen tanque de agua (la mayoría se ve a simple vista). Si lo tienen, es palestina. Los colonizadores no necesitan almacenar agua porque cuando abren la canilla, el líquido siempre aparece. Lo que sí tienen muchas de esas casas son calentadores eléctricos de color blanco. Pero las familias palestinas, dueñas del agua, tienen que cuidarla y pagarla a un precio mucho más caro que los israelíes.

Tanques de agua del otro lado del muro de la vergüenza

Tanques de agua del otro lado del muro de la vergüenza

Colonia israelí en las Colinas del Sur de Hebrón. Las casas solo tienen calentadores de agua y no tanques negros para almacenarla.

Colonia israelí en las Colinas del Sur de Hebrón. Las casas solo tienen calentadores de agua y no tanques negros para almacenarla.

Por lo tanto, en Palestina existe otro apartheid, el cual forma parte del apartheid «mayor», que es el del agua. Israel empezó a desviar las aguas del río Jordán y de Jordania en los años 50. La empresa estatal israelí Mekorot controla la infraestructura del agua en Cisjordania desde 1982, gracias a una orden militar.

El consumo palestino en los Territorios Ocupados es alrededor de 70 litros diarios por persona (la Organización Mundial de la Salud recomienda 100 litros per cápita). El consumo diario israelí es de alrededor 300 litros, casi cuatro veces mayor.

Mekorot «hace efectivas una serie de violaciones israelíes de derechos, incluidos los del Convenio Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ICESCR por sus siglas en inglés), los del Convenio Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos (ICCPR por sus siglas en inglés), los de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación Racial, los de la Convención de las NU sobre los Derechos de los Niños (CRC por sus siglas en inglés ), y los de la Convención de las NU sobre la Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW por sus siglas en inglés)».

La Ocupación sionista, la más antigua de la época contemporánea, tiene varias facetas, además del aparato represivo militar, las colonias de los colonizadores judíos (todas ellas ilegales según la ley internacional), el robo de tierras palestinas, las carreteras exclusivas para colonizadores judíos, el muro del apartheid, hay un dominio económico casi absoluto, un gran negocio, que incluye desde el uso de la moneda israelí, la venta de productos de Israel de todos los rubros, el control del agua y sus fuentes, la venta de electricidad, la casi imposibilidad de exportar la producción local, etc. Una de las formas más efectivas de combatir todo eso es el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones, http://wp.me/p389px-vG.) Además del BDS, la otra arma es la solidaridad efectiva con el pueblo palestino a través de la información, la divulgación de lo que allí sucede no solo cuando hay bombardeos a Gaza, la participación en actividades a favor de los derechos humanos del pueblo palestino y la presión de todas las instancias posibles. El pueblo palestino es un pueblo que solo pide una cosa: Justicia para poder tener derecho a vivir una vida digna y en paz.

Beit Ummar, julio de 2014.

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Fuentes

http://ugep.cl/palestina-donde-resistir-es-existir-columna-de-opinion/

http://m.forward.com/articles/181138/palestinians-suffer-in-cell-phone-dark-ages-and/?p=all 

http://www.stopthewall.org/es/2014/01/05/la-empresa-de-agua-israel-mekorot-alimentando-el-apartheid-del-agua-en-palestina

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Contra Palestina, primero se creó el discurso

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Por Teresa Aranguren.

La frecuencia con la que un tema aparece en los medios de comunicación no conlleva necesariamente un mejor conocimiento de esa realidad, pero sí genera una opinión sobre ella. En el caso de Palestina, esa opinión se traduce en un “eso no hay quien lo entienda”, “eso no tiene arreglo” o, modelo de comentario con pretensiones históricas, “eso lleva así desde tiempo inmemorial y… no hay quien lo arregle, ni quien lo entienda”. Es decir, que mejor no hacer nada. Aunque la confusión siempre favorezca al opresor.

p61_palestina_juan-fenderEl drama de Palestina, que no tiene nada de inmemorial, comenzó con el lenguaje. Primero se creó el discurso, la narrativa de la historia; el expolio y la ocupación de la tierra vinieron después.

El discurso negacionista de la realidad de Palestina prendió fácilmente en el caldo de cultivo político-cultural del Occidente colonial. Resulta significativa la naturalidad con la que un mito (“la tierra prometida por Yahveh”) y una falsedad fácilmente comprobable (“una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra) adquirieron categoría de hechos evidentes.

Porque Palestina no era un desierto, ni un espacio vacío. Se sabía que había un pueblo, había censos de sus habitantes, registros de la propiedad, contratos comerciales, periódicos (a finales de los años 20 había más periódicos en Palestina que en España), había comerciantes, campesinos y campesinas, hombres de negocios, escritores, poetas, personas ricas y pobres, conservadoras y progresistas. Un pueblo, en fin. Y, sin embargo…

La necesidad de establecer una continuidad entre el mítico tiempo bíblico y el tiempo actual requirió borrar la historia real de Palestina, ya que su relato cuadraba mal con el discurso excluyente del movimiento sionista. En la operación de limpieza étnica que se llevó a cabo en los meses previos y posteriores a la creación del Estado de Israel no sólo se trataba de vaciar el territorio de población árabe, sino de eliminar las huellas de su presencia y su pasado. Por eso, tras la expulsión de sus habitantes, se procedía a destruir los pueblos y borrar sus nombres del mapa. La arqueología y la toponimia siempre han sido temas políticos en Israel.

Como el lenguaje. Y hay que preguntarse cómo se ha conseguido que al hablar de violencia en la zona se sobreentienda que se habla de “violencia palestina” (tanto la del terrorista suicida como la del niño que lanza piedras al ejército israelí), pese a que los datos del pasado y del presente reflejan que la violencia incomparablemente más mortífera y atroz es la de Israel. Y hay que preguntarse también por qué el término ocupación está prácticamente desaparecido de la crónica periodística o por qué se afianza la expresión “colonias ilegales”, ¡como si hubiera algunas legales!, asumiendo la tesis del ocupante y desechando la versión no del ocupado sino del Derecho Internacional.

La perversión del lenguaje es más peligrosa cuando se produce “naturalmente”, cuando simplemente sigue la corriente. Y la corriente va en la dirección marcada por la versión israelí, que, aun con diferencias de grado y matiz, es también la versión de Occidente.

Pero la realidad no es cuestión de versiones. Hay versiones elaboradas para falsearla, ocultarla, negarla. Contar la realidad de Palestina requiere atravesar la telaraña tejida con silencios, medias verdades y mentiras redondas con la que se ha intentado borrar su pasado y ocultar su presente.

La realidad de la ocupación, la violencia impune de los colonos, el muro, los controles, las incursiones militares diarias, los registros, los secuestros disfrazados de detención, la atrocidad cotidiana y el paulatino e imparable robo de la tierra, apenas ocupan espacio en los medios de comunicación, así que su existencia es percibida débilmente, casi como un elemento colateral de una situación “normalizada”. Una cineasta y amiga de Ramala me dijo no hace mucho: “La ocupación no siempre nos mata, pero siempre nos impide vivir”.

Desde hace mucho tiempo, sobre Palestina, las palabras no se usan para contar lo que pasa, sino para ocultar la dimensión de la tragedia.


Teresa Aranguren es periodista y autora de los libros Palestina: El hilo de la memoria y Olivo Roto: Escenas de la ocupación. Es miembro del Consejo de Administración de RTVE.

Artículo publicado en el nº61 de Pueblos – Revista de Información y Debate, segundo trimestre de 2014, monográfico sobre comunicación, poder y democracia.