Gilad Atzmon: El judío errante en Buenos Aires

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Gilad Atzmon, ex israelí, saxofonista y compositor, ha escrito dos novelas y variados artículos. Siempre polémico, ha dedicado su vida a defender la causa palestina y a su música. Agradecemos a Dagoberto Bordin, de Florianópolis, Brasil, que está pasando un tiempo en Buenos Aires y escribió este artículo especialmente para nosotros, aun sin ser especialista en el tema.

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Por Dagoberto Bordin.

“Los nazis me hicieron tener miedo de ser judío, mientras que los israelíes me dan vergüenza de ser judío”. Con este epígrafe de Israel Shahak, sobreviviente de los campos de concentración en Polonia, Gilad Atzmon da la tónica de su nuevo libro La identidad errante (editorial Canaán), y muestra por qué él y Shahak pueden ser considerados antisemitas (N. de la T. por otros judíos). De buen humor, Atzmon divirtió a la platea cuando admitió, ayer, en la Biblioteca del Congreso Nacional, en Buenos Aires, que siente una excitación casi libidinosa por confrontar a los sionistas porque se define como “judío que odia el judaísmo”.

En  La identidad errante, busca responder lo que significa ser judío, cómo se define la identidad política de un judío, un individuo que se siente superior a los demás, al fin y al cabo pertenece al pueblo elegido y, al mismo tiempo, es un individuo que quisiera ser tratado como los demás. Para él, el sionismo es un concepto que pertenece más a la diáspora judía porque los israelíes, de forma general, no son sionistas. “Es el judaísmo secular el que se encarga de la limpieza étnica y no el judaísmo religioso. Los judíos ultraortodoxos de la Torá están en contra del sionismo y a favor de los palestinos” (N de la T: Se refiere a grupos como Neturei Karta).

Para hablar del judaísmo en esta acepción ideológica, él usa el término judeidad. “No hablo sobre judaísmo o sobre los judíos como etnia, raza o religión”. Judeidad sería algo como una cualidad primordial, transnacional, operada por una red que no tiene un centro geográfico porque, según él, no existen judíos ingleses, franceses, alemanes o estadounidenses y sí judíos que viven en Inglaterra, Francia, Alemania o Estados Unidos. “El judío es siempre un extranjero”.

Atzmon compara Israel con la Alemania nazi. “Ellos transformaron a Dios en agente inmobiliario y la aspiración de Israel no es la de la tierra prometida sino la del planeta prometido”. Eso hace que los sionistas se sientan autorizados por Dios a destruir a sus enemigos. “¿Cómo puede pasar eso en nuestros días sin que el mundo lo sepa?”, pregunta. Y él mismo responde, explicando que los medios políticos y mediáticos están subordinados a los intereses israelíes. Los medios en general, los bancos y la industria del cine, Hollywood, están controlados por judíos tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra. “Ellos pueden hacer eso porque controlan la oposición”, explicó: “George Soros apoya las causas de las minorías, ayuda a elegir a Obama, ayuda a los oprimidos, los gais. Toda la oposición a Israel también es financiada por Israel. Así, se determina y limita la oposición”. Para él, los “buenos judíos”, esos que hablan en nombre de los palestinos, por ejemplo, pueden ser aún más peligrosos que los “malos judíos”.

En relación con la representación política, él cita el ejemplo de Inglaterra. En el Parlamento, si los judíos tuvieran una representación proporcional a la de 0,46% de la población (son 280 mil en ese país), ellos tendrían derecho a tres asientos En vez de eso, ocupan 24 posiciones, ocho veces más. Si la representación de los musulmanes tuviera la misma proporción, tendrían que ocupar por lo menos 200 de los 650 asientos de la Cámara de los Comunes. “La historia de los judíos es un mito, está lejos de la realidad, es una invención y ellos logran convencer a los otros de que es verdad porque nadie tiene permiso para hablar sobre eso, ya que los judíos se apropiaron del discurso sobre el  racismo”.

Gilad Atzmon, que nació en Jerusalén y abdicó de la ciudadanía israelí, critica, desde dentro, el etnocentrismo judío. “Tengo la percepción de que mi pueblo vive en una tierra robada”. Es una sensación que él carga desde la juventud, de su experiencia en el ejército, de cuando trabajó como paramédico, en 1982, durante la Guerra del Líbano, cuando vio a su pueblo destruyendo otras personas. Fue un trauma que dejó una enorme cicatriz y lo llevó a la conclusión de que había sido engañado sobre el sionismo. “La oposición binaria judío-nazi es, en sí misma, consecuencia de un adoctrinamiento judeocéntrico”. Concluyó entonces que formaba parte de un Estado colonial cuyo objetivo era el saqueo y la limpieza étnica. “Fuimos adoctrinados para la negación de la causa palestina y no éramos conscientes de eso”.

Su editor en Argentina, Saad Chedid, recordo que la presidenta Cristina Kirchner se solidariza con el pueblo palestino porque compara la situación de las Islas Malvinas con la de los territorios ocupados por Israel. “Se trata del mismo tipo de colonización”. La presentación del autor fue hecha por la periodista Telma Luzzani, especialista en política internacional y autora de Territorios vigilados (Random House), en que muestra cómo operan las bases militares norteamericanas en América del Sur. Telma Luzzani elogio la forma cómo el autor relaciona referencias tan eclécticas como Freud, Lacan, los hermanos Cohen y Milton Friedman en su tentativa de desvendar la identidad judía. “Existe una rigurosa ignorancia del genocidio que ocurre en Gaza y Atzmon, además de escribir, usa la música – el autor es un saxofonista famoso – como instrumento para la divulgación de este drama”.

El autor presenta una película autobiográfica este jueves, Gilad, y el lunes 8 de abril conversa con profesores y estudiantes en el Centro Cultural Borges. Finalmente, el miércoles (10 de abril) da una conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Traducción: América Latina Palabra Viva.

Fotos: Dagoberto Bordin.

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